Recuerdo…
Lo primero que vi al entrar el primer día en la redacción fueron los ojos azules y la sonrisa de María del Mar. No tendré un recibimiento mejor.
Y las presentaciones en la sección de diseño, los raros, mis compañeros, mi gente. Nacho, que se sabía el estilo al dedillo y me enseñó una cosa que se llamaba maquetación científica; José Mari, siempre enfrascado en mil tareas al mismo tiempo, y que tantas veces salvó el día (una medalla para él); Gómez, tan hábil y rápido diseñando como inventando chistes; la laboriosa Eli, madre orgullosa de sus niñas; Antonio, eternamente preocupado menos cuando trataba fotos, donde era el rey, y Fernando, el más serio, con la cabeza llena de diseños geniales y rock&roll.
Detrás, los de Deportes, un mundo aparte lleno de personajes pintorescos. Ahí estaban Raúl y Cisco, el terror cuando venían juntos a pintar su página, o Kenny, tan vinagres como entrañable en el fondo. Estaban dirigidos con pulso firme por Paco, como un general lleva a su ejército. Dijo una vez “nuestro trabajo es lo que tenemos, es lo que habla por nosotros”. Sabias palabras.
Antes o después, todos pasaban por nuestra sección para algo. Era el centro, donde se cruzaban todos los caminos. Los de provincia eran los primeros de la tarde: Juan, el hombre responsable; Alfonso, batallador incansable hasta el final, y Cantador, que cada viernes por la tarde nos animaba a todos con sus ocurrencias. No importaba cuán funesto fuese el día: en cualquier momento se podía oír una frase, una rima o una cancioncilla ante la que sólo cabía la sonrisa como respuesta.
Y luego estaba el bullicio de la sección de local, donde había tantos jefes como indios, y algunos días hasta más. Allí estaba la inquieta Rocío, contagiándolo todo de vitalidad; la imprevisible Lourdes, a veces cortante y a veces amable, aunque conmigo siempre fue la segunda versión; Ángel el trotamundos, cordial y sensato, un orgullo para la profesión; Rafael Carlos, mi compañero y sin embargo amigo, mi valedor (y que nos quiten lo bailado), o Lucía, que me cayó mal al principio, por suerte rectifiqué a tiempo, si no no sé a quién le habría contado tantos secretos…
Si alguna vez tiene alguna duda sobre Córdoba, su historia, sus calles, sus personajes… Pregúntele a Jesús, porque él tiene todas las respuestas, todos los datos. También se sentaba por allí Ruiz, que cuando entraba mirándome ya sabía que tenía trabajo para mi… En menudos líos me metía, la de edificios que habremos levantado entre los dos y que nunca se harán realidad… Pero siempre salimos bien de los embrollos, a veces, hasta sobresalientes. Y Domínguez, que tenía un nombre pero que nadie usaba: Domínguez era Domínguez y punto. Sólo su voluntad para hacer las cosas bien era mayor que el caos a su alrededor, pero aunque a veces podíamos entrar en estado de pánico, en el último momento, no se sabe muy bien cómo, todo acababa encajando en su sitio…
Al final de todo, cuando eche la vista atrás, podré decir orgulloso que anduve entre gigantes y que conocí a dos verdaderos caballeros: Pablo y Javi. Fue un placer y un honor luchar junto a ellos.
En contraste, la sección de Cultura era un remanso de paz. Ahí estaba Marisa, que la sacó adelante ella sola el día que ardió la mezquita. Siempre admiraré la cultura, el saber estar y la facilidad de Alfredo para decir lo correcto en el momento oportuno. Y Susana, tan inaccesible y distante hasta que, un día, sin saber por qué y sin darme cuenta, empezamos a hablar y descubrí que teníamos muchas cosas en común. No tuve tanta suerte con María, no llegué a conocerla y bien que lo lamento.
Os prometo que había un informático, que yo lo vi. También dicen que había un ordenanza, pero esto no llegamos a saberlo con certeza.
Hubo más personas, más caras y más voces. Al principio unas se iban y venían otras. Luego ya sólo se iban. No pude conocerlas a todas. Quizá me perdí algo importante, pero es imposible saberlo.
A pesar de las piedras y los palos en las ruedas, de las zancadillas y los traspiés, plantamos cara a la vida y vendimos caras nuestras vidas. Estoy orgulloso, por encima de todo, de mis compañeros de fatigas en la única mina que he conocido a la que en lugar de bajar, se subía.
Al salir yo, me pareció que había lágrimas en los ojos de María del Mar, pero debo estar equivocado. Seguramente era un reflejo de sol en sus ojos azules. Y lo que se oía de fondo era el jolgorio por alguna ocurrencia de Cantador o Gómez. Sí, eso debía ser, porque así es como yo lo recuerdo…
No se borra nada si se conserva todo. Creo que escribiendo preservas la esencia de las cosas. Que es lo bueno. Que es lo que nadie te quitará.
Mucho ánimo de otro que vivió tu (mala) suerte sólo un poquito antes.
Magnífico artículo Monti, eres el mejor. Ni yo mismo podría haber descrito como ha sido la vida. La vida que empieza ahora, ya verás. A partir de ahora verás que la gente te habla como si se hubiera muerto lo que más quieres y lo que tienes que decir es que ahora es cuándo empiezas a vivir. No te preocupes y sobre todo no te vengas abajo que de todo se sale y seguro que es para mejor. Tenemos que mantener el contacto, de verdad, tenemos que tener la costumbre de mandarnos un email aunque sea una vez a la semana o entrar en el blog y meter un comentario que tampoco está mal. Pues ea ánimo y palante que ahora empiezas a vivir.
Es grande. Cuando me echen lo copiaré y diré que lo he escrito yo.
Un beso de parte de la inaccesible y la distante (podrías haber puesto directamente borde; no me habría molestado).
Como suele pasar con lo que escribes, es un texto magnífico. Creo que voy a hacer lo mismo que Kenny. Lo tendré a mano para copiarlo porque no creo que me despida de la gente con la que trabajo ahora cuando me echen.
Lo que has escrito es sólo una pequeña muestra de lo que se están perdiendo. Y es la razón más poderosa para que sepas, creas y entiendas que este trago, breve y amargo, es el principio de tu éxito. El honor fue nuestro, al conocer todo lo que alberga a ese chico que vivía detrás de la pantalla de un Mac mientras trazaba gráficos al compás de Jarre.
Eres grande, Antonio. La empresa nunca podrá valorar lo suficiente todo lo que has hecho por ella, tus compañeros sí. Tu actitud durante estos cinco años describen perfectamente la persona a la que considero uno de mis mejores amigos. Sólo espero que esto no suponga tu marcha de Córdoba. Creo que te echaría demasiado de menos. Un abrazo.
Yo te conocí en Sevilla, te acuerdas Antonio, una Semana Santa que me fui con Marisa y estabas a punto de entrar en el periódico. Esto es muy fuerte para todos, estais demostrando lo que sois, personas con sentimientos, que es lo importante. Lo bueno para vosotros empieza ahora y, por favor, no me hagais más llorar!!! ahora quién me va a hacer mis maravillosos mapas!!!!
Querido Montilla, de los sitios se va uno de varias maneras: tú lo has hecho como un señor. La dignidad, estimado, no figura en el currículum. Se tiene o no. Ni se estudia, ni se compra. No hay forma de encontrarla. Se presenta, la jodía, en toda su grandeza, contra lo que puedan suponer quienes todo lo reducen a números.
Advertencia a quien quiera saberlo: un pedazo de profesional -y mejor persona- anda suelto.
Que seas bueno, que sigas siendo bueno.
Besos
R.
Otras trincheras nos esperan Monti, otras quizás más duras, no lo sé, pero creo que de la última hemos salido con dignidad. Veremos de las que vengan, jaja.
Vivan tus recuerdos, que son los de todos los que nos marchamos sin poder decir adiós y con lágrimas en los ojos por los recuerdos, por los compañeros, por los amigos que dejamos atrás con miedo a no encontrarlos en próximos caminos.
La vida es corta para vivirla sin sentido. Las cosas llegan cuando deben y quizás este es el momento en el que tu vida dará un rumbo mucho mejor que el que hasta ahora llevabas. Aprovecha tu suerte porque eres libre, libre para crear, componer y sobre todo para sacar lo mejor de ti ante el resto de la sociedad.
YO SIEMPRE SUPE QUE ERAS UNA BUENISIMA PERSONA, SIEMPRE AHÍ, DISPONIBLE PARA TODO Y SIN CONDICIONES. ERES EL MEJOR Y TE DESEO QUE ENCUENTRES PRONTO EL TRABAJO QUE TU TE MERECES. NO CAMBIES NUNCA.
Me parece que lo mejor que puedes hacer es sacar los derechos de autor del artículo, lo vamos a copiar unos cuantos, jeje.
Quiero decirte que has sido uno de los mejores compañeros que he tenido, ha sido un orgullo trabajar contigo, y mucho más tenerte como amigo. Espero que te quedes por aquí un tiempo, o siempre, sería duro perderte de vista.
Querido Antonio: lo primero que yo vi al entrar el primer día en la redacción fue un montón de cajas, un señor que salía con un espejo, una extraña mujer que bebía pepsi light con frecuencia patológica y un hombre con cara de bonachón que resultó ser el director. Aquello parecía cualquier cosa menos una redacción de periódico. Desde el 9 de octubre de 2000 he asistido día a día al desarrollo de este proyecto, a su crecimiento, sus distintas fases y su actual declive. Y afirmo, sin sentimentalismos ni solemnidades (creo que todo el que te haya conocido en esta casa convendrá en ello), que tú has sido una de las presencias más gratas, más nobles y más cordiales de la historia de esta redacción. Gente como tú ha hecho grande lo que ahora se derrumba.
Sobra decir que mi sofá te espera en la próxima gala de los Oscar.
Un abrazo.
Por ser un señor no hablas de ti en un texto envidiable. Nadie en la redacción se ha hecho más kilómetros a pie de mesa en mesa con tal de no pegar una voz. Así eres, tan discreto como eficaz. Ahora digo en público lo que respondí a tu mensaje del miércoles: «Gestos como el tuyo son los que hacen grandes a las personas. Y tú lo eres». Manda cojones que me pidieras disculpas por no haber acabado el gráfico. ¡Al carajo con el gráfico! Un abrazo,
No sabes lo presente que tengo el día que te conocí…y los poquitos que despues te he vuelto a ver. No te diré que te espera lo mejor, lo mejor lo tienes ya en ti. Lenguaje de tan altas frecuencias que no todos los oídos perciben.
Espero que el hilo que nos conecta nunca se deteriore ni un poco.
Sólo con nuestra dignidad profesional frente a las adversidades, con nuestro trabajo y con nuestra mirada hacia adelante honraremos como se merecen a quienes han hecho grande este proyecto y se han tenido que marchar. Es muy duro ver cómo personas a las que aprecias tienen que abandonar el barco. Quienes llevamos tantos años aquí sentimos los despidos como algo nuestro, pero igual que quienes se van ya miran nuevos horizontes, los que nos quedamos tenemos que velar por los nuestros y hacer que este proyecto siga siendo grande, porque grande lo ha hecho gente como tú, Antonio. Fue un placer trabajar contigo.
Es difícil decir algo en un momento así, cuando las palabras, que son la esencia de un oficio como el nuestro, apenas valen para una misma mierda. Lo único que puedo decir es que admiro profundamente la forma en la que tanto Montilla como las demás personas que han tenido que pasar por este trance, después de unos días tan crudos como los que todos hemos vivido, han respondido ante la adversidad: sin una mala palabra, con sensibilidad y respeto, con corazón y bondad. No es fácil ver eso hoy. Vaya ejemplo, un enorme ejemplo de dignidad personal y profesional. Ver vuestras sillas vacías, como tantas otras de grandes amigos o buenos compañeros que he tenido que ver a lo largo de mi carrera, es ahora algo demoledor. Aún así, sigo creyendo en lo necesario de nuestra profesión, o al menos en el valor moral que tiene la misma cuando nos dejan más o menos ejercerla, y por eso confío en que, antes o después, vendrán vientos favorables y en que en el futuro disfrutaremos de momentos compartidos. No somos lo que nos pasa, sino cómo respondemos a los que nos pasa. Y vosotros, por ende, sois la rehostia.
No se me ocurren palabras de consuelo, sino de odio y destrucción. Ya sabes mi amor a la demagogia. Ahora no te tendré como público en mis parrafadas incendiarias, ni veré tu sonrisa ni tu cabeceo en plan «cómo se le va la pinza» que se asomaba tras tu Mac.
Ángel y yo escuchamos lo que le dijiste a ese hombre sin sentimientos que te despidió. Sólo nosotros sabemos que tus últimas palabras fueron para tus compañeros. En fin. Recuerda: odio y destrucción. Qué pena, tío.
El general se queda sin soldados, sin bandera, sin armas, sin causa que defender. El general mira a su alrededor y ve a su tropa diezmada, herida, desencantada y cansada. El general ve cómo todo por lo que ha luchado se derrumba sin remisión, cómo aquello en lo que empeñó sus mejores años, junto a otros que ya no están a su lado, se pervierte hasta lo intolerable. El general camina entre las ruinas sin mucho que decir y con poco que hacer. Mal asunto. El general duda. ¿Reconstruir lo que se ha roto? ¿Por qué? ¿Para qué? El general piensa que quizá haya llegado el momento de buscar un nuevo campo de batalla.
Monti, tus silencios me dijeron más que los impostados parloteos de muchos de los charlatanes que he ido conociendo a lo largo de años en este oficio. Cuídate, cultívate y sigue honrando esta profesión en cualquier otro lugar donde alguien entienda que no somos piezas del puzzle de unos vendedores de baterías de cocina por piezas disfrazados de periodistas. Un abrazo, compañero.
Muy bonito, pequeño saltamontes…
Seguro que pronto estarás desplegando tu talento en otro sitio donde harás amigos diferentes pero tan buenos como los que has dejado en El Día.
Como me dijo una vez un amigos: «A las buenas personas siempre les pasan cosas buenas». A lo que añado…’sólo habrá que ser paciente’.
Simplemente, impresionante. Tu despedida sólo es reflejo de tu calidad humana y profesional. A tu habilidad con los gráficos hay que sumar un derroche de talento con las letras que más de uno quisiera. Yo soy uno/a de los tuyos, de los que se ha ido (o nos han obligado a ello) de la peor manera posible. De la forma más humillante y dolorosa que se puede imaginar. Pero tú has estado a la altura de las circunstancias con una exquisita elegancia difícil de igualar. Durante mis casi seis años en el periódico he aprendido muchas cosas, pero tú me has dado la última (y más importante) lección: el tiempo pasa y lo que permanecen son las personas y los amigos. Ojalá nosotros lo sigamos siendo para siempre.
Pues anda que yo que quería rajar de tí.., cualquiera se atreve.
Como dijo «el general» en alguna ocasión: «Vamos a arreglarlo para que no parezca que no tenemos otra cosa», y está claro: vamos a arreglarlo de mil maneras, y creo que lo dejan bastante claro todos los que te escriben en este sítio, a los que me añado con cariño.
Mañana cuando te comas los donuts de la tarde al menos piensa que no te engordan, y si no te vale, te vuelves a leer todas estas maravillosas opiniones, que vale la pena enmarcarlas una por una.
(Yo las incluiría en mi próximo curriculum y te contratan hasta en el cielo si es que existe SEGURO)
Abrazos
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Sí muy bonito. Y ahora con eso ves al banco y se lo enseñas a ver qué dicen de la hipoteca. O al súper. Y ahora me voy, que tengo que escribir algo sobre la falta de libertad de prensa en la Venezuela de Chávez.
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